La historia ya no es lujo

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«No me gusta la historia»; pues ya no es un lujo.

La fobia del existencialismo extremista a una meta-narrativa trae un sentimiento de repudio al estudio de la historia. La misma le parece tan horrendamente aburrida e impertinente que perdimos el sentido de orientación que provee el contestarnos: ¿de dónde salió todo esto? De aquí el desfase que existe en nuestro pensamiento al intentar contestar ¿de dónde vengo; cuál debería ser mi camino? Haciendo el ejercicio del árbol genealógico podemos ver cuan pronto somos desechados al olvido, fragmentado nuestro pasado, y lanzándonos al incongruente comentario juvenil: «que me importa a mí lo que hicieron unos viejitos hace muchos años atrás». Sin embargo es evidente que no tan sólo esta generación, sino también las que nos precede, necesita esta información para resolver muchos de los problemas actuales de forma completa.

Cuando no nos sentamos a preguntarnos el por qué de las ideas de nuestros días, podemos estar peligrando de caer en la más sincera y humilde ingenuidad. Todo pensamiento tiene una raíz. Esas raíces, muchas veces, son olvidadas al pasar de los años. Esos símbolos que formaron parte de esas ideas tienden a permanecer por su poder de transmitir enseñanzas, describir cosas o personas, y conectar individuos. Pero si no regresamos al comienzo, a verificar su valor original, estos símbolos pierden su identidad. Luego, al encontramos con tales instrumentos de la conservación (y si no buscamos en su historia) asumiremos su significado según nuestra posición y conocimiento. Esto es algo muy normal, pero hay un elemento socio-cultural que ha acelerado esta descomposición del sentido de responsabilidad, y lo vemos reflejado en nuestro vocabulario cuando decimos: «según mi perspectiva…» Aunque esto podría denotar nuestro nivel de sinceridad no debemos olvidar que cuando tocamos el tema del símbolo (X) o (Y) no se trata de ti (del sujeto), se trata del objeto, y ese objeto tiene su por qué, su cuando, su donde, su quién y su para qué. Es aquí donde debemos ser honestos e investigar el pasado, contextualizar las cosas y ponernos en la posición correcta.

Esta perspectiva relativista, en vez de darnos las herramientas para cuestionar y analizar, nos deja con un sentimiento, de que casi cualquier cosa es aceptable. Lo que sucede es que el vacío del conocimiento del pasado no es dejado así sin llenar… más bien este es llenado con cualquier respuesta que tengamos a la mano y víctimas de los medios. Una sobre confianza en los medios y las redes sociales entumecen el juicio crítico. Parece que sólo somos escépticos cuando nos conviene, y asumimos muchas cosas en nuestras lagunas de la historia (para colmo, aunque si existen muy buenos profesores y maestros, somos adoctrinados en nuestras universidades y demás instituciones),con poco interés en la variedad de fuentes. Se reacciona muy rápido a los titulares que aparentan chocar con nuestra visión de mundo. Escogemos los medios que más nos gustan por sus mesas de redacción, desprovistos del balance o de algun tipo de choque entre ideas. Tenemos nuestros discursos ya casi preparados para dispararlos, listos para castigar otros discursos y posicionarnos en la originalidad y la novedad. Caemos redondos en la trampa pos-moderna. Se hace fácil tomar una actitud rebelde y asumir a base de prejuicios personales, experimentales o culturales, siendo estos sencillos de perpetrar con el mantra de la opinión, que no es menos arrogante que quien dice conocer la verdad. Por esta y muchas otras razones el ser humano de hoy es uno desesperado, vive fragmentado, pues ni siquiera recuerda hacerse las preguntas necesarias para, aunque sea, predecir o inquirir.

Detengámonos, vayamos al contexto histórico, pensemos varias veces, busquemos al que difiere también y entonces reaccionemos. Cuestionemos todos los guiones de películas,documentales y el trasfondo de estos; cuestionemos la prensa a la luz de su historia; cuestionemos las leyes y el por qué están ahí en primer lugar; cuestionemos la educación primaria, secundaria y universitaria, entendiendo que los humanos y los sistemas son falibles y que también tienen sus intenciones. ¡No entreguemos nuestra total confianza en la tecnología,critiquémosla, para eso es la ética! Existe la gran necesidad de ir al pasado con honestidad y responsabilidad para comprender los discursos que vemos a diario. Ya no podemos huir a la historia, no podemos darnos más ese lujo.

Imagen del teatro «New Bedford» :

http://spanish1.china.org.cn/travel/txt/2013-09/30/content_30177477_5.htm

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